“En el año 1911, a la tierna edad de 18 años, mi padre había cruzado el “kaala pani” o aguas negras como llamaba nuestra gente, a la larga travesía marítima desde la India hacia la isla de Trinidad y Tobago para trabajar como un “trabajador no abonado” o como se les conocía despectivamente, un “coolie”. A mediados del siglo 19, luego de la abolición de la esclavitud, la falta de mano de obra calificada comenzó a escasear, por ende, los Europeos colonizadores, dueños de las plantaciones de azúcar en las islas caribeñas, necesitaban desesperadamente mano de obra enérgica a bajo costo que resistiese las duras condiciones climáticas para trabajar en aquellas exóticas tierras tropicales.
La promesa de una vida mejor y las ansias de superación cautivaron la inocente imaginación de mi padre, y luego de firmar un contrato por cinco años para trabajar en las plantaciones de azúcar, una nueva forma de esclavitud y explotación, salió de su villa natal dejando atrás la miseria que lo rodeaba, para embarcarse en el S.S. Ganges hacia un destino incierto. Ese remarcable hecho cambió por completo el patrón de comportamiento que regiría nuestro hogar, el cual me permitiría llevar una vida con mayor libertad de decisión que la mayoría de las chicas que conocí en mi juventud.
Durante mi infancia escuchaba hechizada las historias de su vida en aquel lejano país. Vivió en una humilde barraca que compartía con hombres de diferentes castas y religiones. El modelo tradicional Indio era vivir bajo un sistema patriarcal donde abuelos, hijos y primos vivían bajo un mismo techo compartiendo penas y alegrías, no obstante, familias enteras fueron separadas, y por eso, era muy difícil ejercer las prácticas y tradiciones de nuestra sociedad. Lo único que vinculaba a todos los inmigrantes era su nacionalidad, lo cual inevitablemente los unía solidariamente por encima de su raza, casta o color, transformando de esta forma, su manera de pensar, para toda su vida. Al regresar, había aprendido a hablar inglés y ahorrado el dinero suficiente para asistir a la Universidad y luego casarse con mi madre en un matrimonio concertado por su familia y jamás, durante su vida marital, ejerció el papel del absolutista patriarca Hindú considerando siempre a mi madre su mejor amiga y compañera.
Mi nacimiento fue una bendición de Dios, ya que luego de incontables abortos y por azar del destino, finalmente llegué a este mundo en Rajasthan. En esos días mi padre se encontraba supervisando unas fábricas en la zona, pero siempre me consideré Bengalí, ya que mis padres eran oriundos de esa región. Mi llegada tardía permitió que mis progenitores se superasen económicamente y cuando nací, mi padre era un prestigioso ingeniero que trabajaba para una fábrica Inglesa que exportaba yute, mientras que mi madre había obtenido su diploma como maestra algunos años después de casarse. Ambos fueron precursores de esa nueva clase media urbana que comenzaba a surgir como una especie de híbrido entre la modernidad Occidental y sus raíces Indias…o pretensiones Británicas… como llamarían algunos burlonamente.
Durante mi infancia corrían tiempos de revolución. Desde que tenía uso de razón, un señor vestido de dhoti y con el torso desnudo, le había dado la vuelta al país con sus ideas de paz e igualdad. Su discurso proponía la No Violencia, la equidad de derechos para todos los seres humanos y hacía especial énfasis en la emancipación de la mujer y su mayor participación en la vida pública. Mis padres, como personas educadas, eran simpatizantes de los aires revolucionarios que invadían la nación en esos días.
El 9 de Agosto de 1942 un movimiento pre-independentista llamado “Quit India” promovido por el partido político Congress, exigía el retiro de los Británicos del país.
“Déjenle India a Dios, y si eso es mucho pedir, déjensela a la anarquía” había declarado Gandhi cuando se preparaba para una campaña de desobediencia civil masiva con el eslogan “¡Hacer o morir!”. La respuesta de los Británicos fue inhabilitar al Congress encarcelando a Gandhi y arrestando a los líderes del partido a lo largo de todo el país. Ante la ausencia de liderazgo que mantuviese a las masas apegadas al principio de la No Violencia, se desató la furia de la gente a través de actos de sabotaje descarrilando trenes, incendiando edificios de gobierno, desconectando la electricidad y destruyendo líneas de comunicación. Los Británicos en su desespero, respondieron con medidas represivas, y desde ese momento comenzó la cuenta regresiva de su permanencia en el poder. Los disturbios se extenderían hasta el día de tan anhelada independencia la cual llegó a un costo muy alto, más de cinco mil personas perdieron la vida en una encarnizada lucha entre Hindúes y Musulmanes ante la partición religiosa del país en dos naciones, una Hindú y una Musulmana. Un pedazo del estado de Bengala pasó a formar parte del nuevo Pakistán, y durante un año previo a la Independencia, presenciamos la matanza de miles de hombres, mujeres y niños inocentes.
Calcutta era una ciudad llena de historia, cultura y un paraíso para el arte. La influencia del legado Inglés había permitido el florecimiento de una sociedad culta y cosmopólita. Crecí rodeada de literatura, poesía, conciertos y tertulias intelectuales. Sin embargo, fue la danza la que que finalmente me sedujo bajo su encanto.
Vivíamos en Ballygunge, Circular Road, una elegante zona de casas residenciales donde la mayoría de nuestros vecinos solían ser Ingleses. La servidumbre estaba compuesta de un cocinero, una nana y un mozo para la limpieza. Nuestra espaciosa casa de una sola planta solía llamarse bungalow, una palabra proveniente de la palabra Bengalí “bangala” que significaba choza. Con la llegada de los Europeos las construcciones residenciales reflejaban una mezcla del sabor local con estilos victorianos, italianos o neoclásicos y el tamaño de las mismas determinaba el estatus de sus ocupantes. Los bungalows estaban rodeados de amplios porches techados acicalados con barandas que nos protegían del sol en el inclemente verano y de las torrenciales lluvias durante la temporada del monzón.
A pesar de la influencia Occidental en muestro mobiliario, la distribución de nuestra casa seguía conservando muchos espacios vacíos que se llenaban de tapetes tejidos en fibra de caña, los días que las extensas familias de mis padres venían a visitarnos desde sus villas.
Mi padre fue un hombre totalmente dedicado a lograr sus metas, y su camino al éxito se vió pavimentado por su brillantez intelectual, arduo trabajo y gran sentido de la integridad. También fue el primero de su familia en salir de los bazares de Calcutta a formar parte de la elitesca sociedad Anglo-India de la época. Aunque este cambió solo representaba pocas millas de distancia desde el punto de vista geográfico, desde el punto de vista social, constituía un gran salto y el sueño dorado de miles de Indios de su generación. Adoptó un estilo de vida Occidental ya que admiraba el hecho que los Británicos habían traído la modernidad a la nación. Usaba trajes estilo sastre y zapatos de charol en vez de sandalias y salía a su trabajo manejando orgullosamente su De Soto del año 32. En las mañanas desayunaba avena y tostadas en vez de parathas y puris*. Recuerdo como peleaba con mi madre ante su insistencia de comer carne una vez al día.
—¡Todos los vegetarianos son criaturas de espíritu apacible y fáciles de subyugar!— alegaba mientras mi madre ponía sus ojos en blanco.
—¿Porqué crees que los Británicos nos han dominado por más de 100 años? ¡No por sus armas, sino por su espíritu de independencia! Ese espíritu luchador viene de la carne de res y otros animales. Un inmenso elefante es un criatura fuerte y vigorosa pero fácilmente dominada por el hombre, en cambio un gato…¡un gato! por muy pequeño que sea ¡lucha por preservar su independencia!
Esas enseñanzas me liberaron desde temprana edad de los tabúes alimenticios y durante mi vida futura pude deleitarme sin prejuicios de las delicias culinarias de cada rincón de la tierra. Sin embargo, a pesar de su gusto por las costumbres Inglesas, mi padre nunca perdió del todo su identidad y sus raíces Indias. Todas las tardes, cuando se retiraba a su despacho a tomar un whisky con soda, en vez de acompañarlo con un cigarrillo, al mejor estilo Occidental, preparaba su narguile* de arcilla. Llenaba de agua su base de bronce y colocaba la bola de tabaco crudo sobre los carbones encendidos en el tope de la boquilla, a los pocos minutos, el ácido humo se liberaba en forma de amplias motitas circulares que desaparecían mezclándose con el aire de la habitación.
Mi madre había nacido en el año de 1900 y era la tercera hija de un respetable médico de la localidad y un ama de casa. Desde pequeña compartía con su madre la pasión por la lectura, sin embargo, a pesar de ser hija de un profesional de carrera, su padre arrugaba el ceño cada vez que la veía sumergida en sus lecturas diarias.
—¿Qué caso tiene que una mujer estudie? —decía constantemente mi abuelo—¡Vé a la cocina y ayuda a tu madre!
Aunque a mi madre no le disgustaba ayudar a mi abuela en las tareas domésticas, en cuanto mi abuelo se iba al trabajo, corría al estudio donde estaban sus dos hermanos mayores estudiando y les rogaba que la enseñaran a escribir.
—¡Por favor, cómprenme Gitanjali* de Rabindranath Tagore! ¡Deseo memorizar todos los poemas!
Sus hermanos la complacían por la ser la niña menor y fue así como aprendió a recitar también Shishu Bholanath, Naibedya y Kheya de Tagore. A pesar de demostrar ser una chica lista para las letras, mi abuelo nunca permitió dejarla avanzar más allá de la escuela secundaria. A sus veinte años llegó una propuesta de matrimonio por parte de la familia de mi padre, y mi abuelo se sentía halagado por considerar a mi padre un excelente prospecto para su pequeña. No lo pensó dos veces y aceptó de inmediato. No hubo demanda de dote por parte de ambas familias.
Mi madre fue despachada con un elegante juego de pulseras, un brazalete para su brazo en forma de paisley, una cadena de oro puro alrededor de su cuello, un par de aretes alargados y una tiara de brillantes. Un hermoso sari de bodas color púrpura en seda de Varanasi en damasco y destellos florales en plata esparcidos a lo largo de la tela completaban su ajuar. Mi padre recibió como regalo de boda botones de oro para su kurta, un reloj y el tradicional dhoti de seda que se utilizaba durante las ceremonias matrimoniales Bengalíes.
En principio, mi madre vivió en la casa familiar de mi padre bajo el mismo techo con sus cuñados y esposas. La joven novia mantenía su cabeza cubierta completamente con la punta del sari y su rostro escondido de la vista de los otros miembros masculinos. Se levantaba al amanecer para asear las habitaciones y más tarde ayudaba a su suegra en la cocina. Luego ella y su cuñada mayor caminaban varios kilómetros por polvorientos y pantanosos caminos hasta el arroyo más cercano a lavar los utensilios, bañarse y traer de regreso dos inmensas jarras de arcilla llenas de agua. Cuando finalmente se sentaban en el suelo de la cocina a comer un plato de dal* y arroz, su cuñada se quejaba de su pobreza. Mi madre no decía nada y su suegra se unía a los lamentos de su hija. Mi madre sentía un cariño especial hacia mi abuela ya que sabía que era una mujer de buen corazón. Aunque las suegras Indias tenía la mala reputación de maltratar a sus nueras, no todas eran así, algunas consideraban a las esposas de sus hijos como una hija más. Mi padre estaba a punto de graduarse pero no tenía dinero para sus exámenes finales lo cual ponía en riesgo, todo el esfuerzo de tantos años de privaciones. Ese día mi madre sacó su baúl con su ajuar de bodas y tomó sus más preciadas posesiones, las joyas que la engalanaron ese día. Se las entregó a mi padre y le dijo:
—Vé y véndelas y paga la matrícula para tus exámenes.
La matrícula se pagó y los exámenes se tomaron obteniéndo así las máximas notas del grupo estudiantil. Inmediatamente tuvo una oferta de trabajo del Servicio Civil Indio (ICS), sin embargo, la ambición de mi padre iba más allá de sentarse detrás de un escritorio para toda su vida, y a pesar del desacuerdo de la mayoría de la familia, su instinto natural demostró ser acertado. Al poco tiempo comenzó a trabajar en una fábrica textil Inglesa y su primer salario era la exorbitante suma de 300 rupias al mes. Dichos salarios se convirtieron en la mejor fuente de progreso y superación. Mi padre veía con simpatía y orgullo, tener una esposa que fuese adicta a la lectura y en cuanto fue posible, mi madre se enroló en la Universidad para convertirse en educadora. Fue así como esta pareja joven y emprendedora se abrió camino en la futura joven e independiente nación.
Años después y una vez instalados en su nuevo y elegante hogar en Calcutta, mi madre consiguió trabajo en una escuela cercana y planificaba las tareas domésticas muy temprano en las mañanas antes de irse a trabajar. Era una mujer de gran determinación y de una belleza particular. Vestía los típicos saris de Dhaka de la región con el simbólico punto de sindur* rojo en el medio de su frente. Para las ocasiones especiales y reuniones sociales, lucía hermosos saris de seda de Mulberry o Tussar con los que yo jugaba a escondidas vaciando a hurtadillas los innumerables baúles repletos de pastillas de almidón, apilados en su habitación. Al igual que su madre y la madre de su madre, estaba firmemente convencida que inundar a diario mi cabello en aceite de coco reforzaría las raíces debilitadas y que al untar en mi cara una crema preparada con una mezcla de harina de trigo aclararía mi tez color aceituna.
El tema de las castas nunca fue un punto central en nuestra vida cotidiana. Yo era libre de jugar con los hijos de los sirvientes y los musulmanes y nunca escuché una palabra de discriminación en mi hogar. La única ocasión que ese tema se traía al tapete era cuando se discutían las alianzas matrimoniales dentro de la gran familia. Eramos “chatrías”, la casta de los guerreros y la segunda en importancia jerárquica dentro de la religión Hinduísta, sin embargo, gran parte de los miembros de nuestra casta se habían dedicado al comercio, por ende muchas veces los arreglos nupciales se pactaban con miembros respetables de los “vaishias”, la casta de los comerciantes.
A pesar de que la ciudad estaba atestada de gente y tráfico a todas horas, solía ser un sitio acogedor y seguro. Yo me desplazaba en bicicleta hacia mi escuela a diario, y muchas veces al regreso, me escapaba hacia los mercados donde los vendedores se sentaban en el suelo de piernas cruzadas uno al lado del otro con sus mercancías esparcidas sobre una manta en el suelo. Aún hoy en día, muchos años más tarde, cierro los ojos y recuerdo vívidamente las coloridas ropas de la gente, las muñecas de barro, las cesta de caña de todos los tamaños, las hermosas lámparas de aceite fabricadas en arcilla y las pulseras…¡aah! pulseras de vidrio y pulseras de metal en colores brillantes.
Mi segunda pasión después de la danza sería el cine. El hermano de nuestro cocinero trabajaba como portero en una de las salas de cine del centro de la ciudad y en los años 50, a la edad de 15 años, cuando las señoritas respetables debían estar en casa aprendiendo labores domésticas, yo me escabullía por la puerta trasera del afamado teatro y me sentaba en el fondo a deleitarme ante la magia de la gran pantalla. Mumtaz Shanti era mi actriz India favorita y Ava Gardner mi heroína Americana. Las películas de Bollywood me atrapaban con su explosión de baile, música y color y las películas de Hollywood que reflejaban la independencia de la mujer de aquel continente, inspiraron mi más ferviente deseo de convertirme en una afamada bailarina de danza clásica India.
Aunque mis padres siempre me apoyaron en todas mis decisiones, los artistas de cualquier índole eran rechazados y repudiados por la “sociedad respetable” de aquellos tiempos. El Manusmṛti, también conocido como las leyes de Manu, un antíguo texto védico de gran importancia en nuestra religión, impartía severas sanciones para los adúlteros, no obstante, una de las excepciones que suspendía la sanción se reflejaba en la siguiente afirmación: “conversar con la esposa de otro hombre se justifica siempre y cuando sea la esposa de un actor o un cantante…”
Bailar en los años 40’ y 50’ se consideraba una habilidad necesaria para prostitutas refinadas también conocidas como tawaif o kanjri, el cual era el equivalente Indio a la geisha Japonesa. Las estrellas de cine de la época tales como Nargis, Suraiya, Nimmi o Madhubala presuntamente eran hijas de tawaifs. Un hombre adinerado podía tener una actriz como amante pero jamás convertirla en su esposa…
Unos firmes golpes a la puerta de mi habitación me sacaron de mi concentración. Me parecía increíble como durante más de dos horas, con la ayuda del diccionario el cual consultaba cada minuto, me había transportado a otra época y otro tiempo con tanta facilidad. Guardé todo en el armario y le eché el cerrojo. Rohit me esperaba del otro lado de la puerta con un sencillo ramo de flores en sus manos.
—¡Guao! ¡Qué sorpresa!—alcancé a decir
Bajamos al jardín a charlar. Estaba entusiasmado ante los adelantos de las obras del hospital el cual culminaría antes de nuestra boda. Manifestaba que últimamente sentía en casa el ambiente más relajado con su madre. Repentinamente se levantó de su asiento y puso un semblante muy serio, metió su mano en el bolsillo derecho y extrajo una pequeña caja de terciopelo rojo. Luego se arrodilló frente a mi sin darme tiempo a reaccionar y abrió la pequeña cajita revelando una sencilla sortija de oro con un pequeño brillante en el centro que sobresalía de la ranura central.
—¿Sabes? Desde que llegaste no he tenido la oportunidad de declarar mis intenciones formalmente. Tampoco quería comprar este anillo con dinero que no fuese producto de mi trabajo…
No pude contener las lágrimas ante tan tierno gesto.
—Camila Dominguez ¿aceptas ser mi esposa?
No tardé mucho en contestar y sellar la hermosa propuesta en un apasionado beso.
—Hay algo que aún no hemos hablado y he querido comentarte desde mi llegada—dije pausadamente
—¿Si? Soy todo oídos…
—Quisiera casarme por la Iglesia Católica—dije con firmeza
Rohit se tornó pensativo por unos instantes antes de contestar
—Hmmm…¿es muy importante para tí?
—Si, claro que si, sabes bien que tengo razones de sobra pare creer en mi fé Católica, por otro lado, mis creencias espirituales son parte de mi ser y revisten gran importancia. Hasta no casarme en una Iglesia ante los ojos de Dios, nunca sentiré que estoy verdaderamente casada contigo…
—Pues bien, así será
—¿Sin pedir permiso a tus padres?—pregunté asombrada
—Así es, como tú desees.
—¡Camila!—dijo una voz enérgica a mis espaldas. Al voltear me dí cuenta que era Vikas y mi rostro se enrojeció inmediatamente.
—Creo que tú y yo necesitamos hablar…
—¿Qué sucede?—preguntó Rohit intrigado
—A solas por favor…—dijo Vikas a secas
GLOSARIO DE TERMINOS:
*Parathas y Puris: comida típicamente India
*Narguile: instrumento de origen Asiático utilizado para fumar tabaco donde el humo pasa a través de una vasija de agua antes de su inhalación.
*Sindur: marca elaborada en polvo de bermellón que simboliza que una mujer es casada en la religión Hinduísta.
*Gitanjali: Colección de 157 poemas del famoso poeta Bengalí Rabindranath Tagore
*Dal: Frijoles en Hindi
Continuará…
Historia de Ficción original de:
Lorena Mena
Ilustraciónes:
Lorena Mena
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Wow Lorena, me encanta la Blognovela, te felicito por tu excelente trabajo 🙂 Con toda la información que hay en Historias de la India y el grupo de Facebook estoy fascinada, cada vez más cerca de esta hermosa cultura 🙂 Muchas graciaaas 🙂
Gracias Azul! Tus palabras me motivan mucho…espero seguir contando con tu apoyo
Muchos saludos!
Lorena
No dejan de fascinarme y transportarme con esta historia, como quisiera que la pusieran mas seguido. Pero igual son unas magnificas escritoras,
Gracias Joen…trato de hacer el esfuerzo, sin embargo, aunque no lo creas, a veces toca investigar bastante para escribir un solo capítulo.
Saludos cordiales!
Lorena
Lorwna me encantan tus historias, son facinantes y enriquecedoras, me encanta conocer la cultura hindu a través de tu propuesta, felicitaciones!!!!!
Muchas gracias Heidi por tan lindos halagos y por el apoyo!
Saludos cordiales
Lorena
GENIAL!!!!
Espero que no te tardes con el siguiente capitulo!!!!
Cada día mas interesante
Muchas gracias Caro!!
bellisimo relato
Muchisimas gracias Maria!
me gusto, ya moria por leer lo que seguia. pero ahora me dejaste en mas intriga hehe para cuando se publica la siguiente parte? =D
Estimada Margie…trataré que sea lo meas pronto posible…gracias por el apoyo!
EXCELENTE <3 GRACIAS por compartir con nosotros tu talento de hacer transportarnos a otro lugar con el poder de la lectura.
Gracias por el apoyo Ingrid!
Esta hermosa esta historia, me hiciste llorar, reir,conocer las diferencias culturales y lo difícil que es vivir en un País diferente al que vivimos (pero aun así, me encantaría encontrar un novio Indu, aunq lo veo más que imposible jajaj), bueno no me despegue del ordenador hasta no terminarla, y me dejas intrigada y que paso… de verdad gracias por hacernos viajar y vivir esta historía, felicidades.
Excelente..hasta me transporte a esa india apasionante y desconocida para mi con tu relato..Gracias y Gracias Lorena…
Muchas gracias por el apoyo Ely!!
Cuando será la próxima entrega????? Me dejas súper emocionada y al filo de la butaca! Mil felicidades!
Muchas gracias Silvia! Ya estoy trabajando en ella, proximamente la publicaré.
Saludos
Lorena
Ay por el amor de Dios!!!!!!!!!!! quiero leer el otro capitulo!!!!!!!! O.O
Te considero una maquina de tiempo…haces que me remonte a una India tan lejana….Gracias Lore…Espero con ansias tu proxima entrega 😉
Gracias Noelia! La verdad me tomo el tiempo para investigar como corresponde…gracias por el apoyo!
Dios ….hasta vi el rostro del tio Vikas…sospecho de que se trata ,ya vere jejeje….Que buena eres!!!!!!!!!,besos yo Mecha